domingo, 12 de febrero de 2012

ESCRIBE, ZORRA

Estíbaliz Espinosa, Papel a punto de, El Gaviero Ediciones, Almería, 2011.




Papel a punto de es el primer libro que Estíbaliz Espinosa (A Coruña,  1974) publica en castellano, tras traducirlo ella misma del gallego. Este es un libro desalentador porque Espinosa nos conduce hasta el borde del aliento poético, donde este se precipita, y nos detiene ante él para indicarnos que nos demos la vuelta, que contemplemos el sendero que acaban de abrir nuestros pies:  “Así contiene su aliento / nevado, sí, la página. // No.  Se dice.  / Palabras no. No ahora.” Pero este espacio de inminencia Espinosa lo ha convertido en territorio, no en página detenida, sino en página revertida o background o base de datos o cuello uterino.

Tras una advertencia preliminar accedemos a un lugar de escritura cuneiforme o flujiforme, tres líneas divisorias de la escritura: ‘Materia oscura’, ‘Materia gris’ y ‘Fluido rosa’.  En la primera,  se suceden las grandes quebraderos del autor, la pregunta por el ser creativo (“Qué pájaro querrá beber de los charcos de la autocomplacencia”),  la intemperie antropológica del creador  (“Fósforo 1’3% / Encienden con un soplo este texto”) o la transustanciación de los referentes reales en semántica extraña (im)perecedera (“Somos fiambres de letras, papel sucio, tinta a punto de.”). Pero donde la banalidad afilaría su navaja oxidada de barbero descabellado, ella sabe acudir a una ironía que explota en muchas direcciones, sacando tajada de los registros más variados; no hay miedo a la metáfora  encavernada  ni a los aperos más  modernos. 

En ‘Materia gris’ salen al trasluz de la página los temas del poema, y Espinosa nos hablará de la importancia de las ciudades en su obra (Nueva York, A Coruña…) y coqueteará con lo cibernético o la evolución (“Oh, venga, levitemos.  Dejémonos de bromas. Vamos allá.”). 

La última parte del libro es una vuelta de tuerca sobre lo femenino como elemento constitutivo, la relación con las madres ('raza de mujeres') como base de escritura o ajuste de cuentas (“sobre cuanto nunca mamá nos dijimos”), una apología de la amazona moderna (esa presencia de Polly Jean Harvey), un diálogo con todas esas mujeres a punto de, con quien enfrentarse para salir todas escribientes, mujeres y victoriosas: “Ya eres una de las nuestras. / Te comprendemos, calla la boca. / Escribe, zorra.”



*Reseña publicada originalmente en el número 16 de la revista Nayagua, febrero de 2012.


martes, 7 de febrero de 2012

LA AVENTURA DEL LENGUAJE

Marcos Canteli, Es brizna, Pre-Textos, Valencia, 2011, 64 págs.
 

La obra poética de Marcos Canteli (Bimenes, Asturias, 1974)  es la operación del lenguaje aventurado. Hacia el poema o desde el poema. Si tomáramos el género poético –tal cosa– como lugar de anclaje, la escritura en Canteli podría verse como un movimiento de llegada (advenimiento poético) o de partida (la pura aventura del lenguaje). Si la trayectoria del asturiano pudiera comprenderse como un  itinerario de cabotaje, podríamos cartografiar por ahora dos obras portuarias: su primer libro, Reunión (Icaria, 1999), y el que acaba de publicar, Es brizna (Pre-textos, 2011). En medio, una década de sargazos, corrientes discontinuas y el olor distante de los pinos alerces (“siempre un venir de otro, alerces la noche / alerces”); una travesía en tres noches: enjambre (Bartleby Editores, 2003), su sombrío (DVD, 2005, Premio Ciudad de Burgos) y catálogo de incesantes (Bartleby Editores, 2008), a cada cual más radical, alejándose progresivamente más y más del protocolo poético


                A Canteli se lo suele enmarcar en la “indeterminación del lenguaje” (Martín Rodríguez-Gaona) o en la renovación de la “poesía del silencio” (Rafael Morales Barba) que, en buena medida, supuso la antología La otra joven poesía española (Ígitur, 2003), en continuidad con Las ínsulas extrañas (Galaxia Gutenberg, 2002), patrocinado por poetas de estética piedracelista como Valente o Sánchez Robayna. Como decíamos, en Reunión el poeta comienza una ampliación barroquizante de esta línea, pero lo hace partiendo –parafraseo a Elena Medel– de cierto respeto por las formas canónicas de representación poética. Todavía en el radio de influencia de su primer libro, el autor hablará en 2002 del género poema en términos de confianza representacional: “El poema abre huecos, horada” (…) “cargado” por la “interacción de vida y lenguaje”. A partir de aquí enjambre comienza a plantear una escisión entre realidad y representación (“Cada día forzando la visión. Para que el mundo aparezca”), una dicotomía fundamental entre el mundo como flujo, pelaje, huesos, pájaros,  y la detención estéril que significa la percepción discursiva del mismo (“Calla, mira, piensa. Almacena resinas”). En esa misma dirección trabaja su sombrío. Consolidada ya su voz, la división es total (“el ámbar de un decir –en que / crujiera la lengua”). La palabra transita “lo cerrado” (tirando del Heidegger de ¿Para qué poetas?), es cicatriz, asombro sombrío en la medida en que su aparición  es fogonazo y es quiebra: “El poema –dirá– como marca de imposibilidad: la de dar cuenta de sí mismo, de su condición, naturaleza. Cada poema es una lucha interior, contra su estar-hecho-de-palabras.” De este modo, si bien suele pensarse que catálogo de incesantes es su libro más complejo, la complejidad esencial en Canteli surge en los dos libros anteriores como condición ontológica de la escritura. Canteli ya nos ha golpeado con la crispación de la sintaxis, la composición y el sentido: estamos más allá del poema y la secuencialidad de catálogo solo significa un nuevo recurso compositivo (más intuitivo, menos retórico: “Todo sin hilo, todo voluntariamente disperso, guiado únicamente por el capricho, el gusto personal o la sorpresa”) y que proviene de la proximidad del poeta con lo artístico; ha leído a Motherwell, a Viola o a Kapoor y siente “sus problemas más cercanos que los de muchos poetas”. 


                Con Es brizna regresamos a una poesía aliviada, donde el aprendizaje ahora asume un tono meditativo más tranquilo, donde la pérdida se puede permitir valor atributivo, ser brizna. Sí, “lo que no poseemos va a durar”, y Canteli todavía escribe “en el lugar de la disolución”; pero  le acompaña cierta mirada al frente, aireada, con que desvelar el paraje; figuras conscientes y gráciles, alrededor de la casa (“rodilla tobillo / oración del prado // nexo de flexibilidad / plexo loto”); Canteli cámara al hombro y sin sonido (“el mundo por lo mudo, con mansos limones rugosos con / unas manos”), filmando en celuloide muy fino la belleza (“qué metódico murmullo conmigo contigo los pastos la / mañana”).

Este es un libro bello.






Reseña publicada originalmente en febrero de 2012 en el número 339 de la revista Quimera: www.revistaquimera.com