La obra poética de Marcos Canteli (Bimenes, Asturias, 1974) es la operación del lenguaje aventurado. Hacia el poema o desde el poema. Si tomáramos el género poético –tal cosa– como lugar de anclaje, la escritura en Canteli podría verse como un movimiento de llegada (advenimiento poético) o de partida (la pura aventura del lenguaje). Si la trayectoria del asturiano pudiera comprenderse como un itinerario de cabotaje, podríamos cartografiar por ahora dos obras portuarias: su primer libro, Reunión (Icaria, 1999), y el que acaba de publicar, Es brizna (Pre-textos, 2011). En medio, una década de sargazos, corrientes discontinuas y el olor distante de los pinos alerces (“siempre un venir de otro, alerces la noche / alerces”); una travesía en tres noches: enjambre (Bartleby Editores, 2003), su sombrío (DVD, 2005, Premio Ciudad de Burgos) y catálogo de incesantes (Bartleby Editores, 2008), a cada cual más radical, alejándose progresivamente más y más del protocolo poético.
A Canteli se lo suele enmarcar
en la “indeterminación del lenguaje” (Martín Rodríguez-Gaona) o en la
renovación de la “poesía del silencio” (Rafael Morales Barba) que, en buena
medida, supuso la antología La otra joven
poesía española (Ígitur, 2003), en continuidad con Las ínsulas extrañas (Galaxia Gutenberg, 2002), patrocinado por
poetas de estética piedracelista como Valente o Sánchez Robayna. Como decíamos,
en Reunión el poeta comienza una
ampliación barroquizante de esta línea, pero lo hace partiendo –parafraseo a
Elena Medel– de cierto respeto por las formas canónicas de representación
poética. Todavía en el radio de influencia de su primer libro, el autor hablará
en 2002 del género poema en términos de confianza representacional: “El poema
abre huecos, horada” (…) “cargado” por la “interacción de vida y lenguaje”. A
partir de aquí enjambre comienza a
plantear una escisión entre realidad y representación (“Cada día forzando la
visión. Para que el mundo aparezca”), una dicotomía fundamental entre el mundo
como flujo, pelaje, huesos, pájaros, y
la detención estéril que significa la percepción discursiva del mismo (“Calla,
mira, piensa. Almacena resinas”). En esa misma dirección trabaja su sombrío. Consolidada ya su voz, la
división es total (“el ámbar de un decir –en que / crujiera la lengua”). La
palabra transita “lo cerrado” (tirando del Heidegger de ¿Para qué poetas?), es cicatriz, asombro sombrío en la medida en
que su aparición es fogonazo y es
quiebra: “El poema –dirá– como marca de imposibilidad: la de dar cuenta de sí
mismo, de su condición, naturaleza. Cada poema es una lucha interior, contra su
estar-hecho-de-palabras.” De este modo, si bien suele pensarse que catálogo de incesantes es su libro más
complejo, la complejidad esencial en Canteli surge en los dos libros anteriores
como condición ontológica de la escritura. Canteli ya nos ha golpeado con la
crispación de la sintaxis, la composición y el sentido: estamos más allá del
poema y la secuencialidad de catálogo
solo significa un nuevo recurso compositivo (más intuitivo, menos retórico:
“Todo sin hilo, todo voluntariamente disperso, guiado únicamente por el
capricho, el gusto personal o la sorpresa”) y que proviene de la proximidad del
poeta con lo artístico; ha leído a Motherwell, a Viola o a Kapoor y siente “sus
problemas más cercanos que los de muchos poetas”.
Con Es brizna regresamos a una poesía aliviada, donde el aprendizaje
ahora asume un tono meditativo más tranquilo, donde la pérdida se puede permitir
valor atributivo, ser brizna. Sí, “lo que no poseemos va a durar”, y Canteli todavía
escribe “en el lugar de la disolución”; pero
le acompaña cierta mirada al frente, aireada, con que desvelar el
paraje; figuras conscientes y gráciles, alrededor de la casa (“rodilla tobillo
/ oración del prado // nexo de flexibilidad / plexo loto”); Canteli cámara al
hombro y sin sonido (“el mundo por lo mudo, con mansos limones rugosos con /
unas manos”), filmando en celuloide muy fino la belleza (“qué metódico murmullo
conmigo contigo los pastos la / mañana”).
Este es un libro
bello.
Reseña publicada originalmente en febrero de 2012 en el número 339 de la revista Quimera: www.revistaquimera.com
Al margen de las palabras y de todo el mensaje aquí presente, me permitirás una frivolidad que para nada es tal: loable tu gesto de no distribuir imágenes de tu persona, ni siquiera en la foto de perfil. La pose queda reducida a la nada, y no sé por qué apetece tomarte mucho más en serio que a tus "contemporáneos", los cuales practican una política diametralmente inversa. Quizás menos comentarios y menos gente dorándote la píldora, pero la casa siempre por los cimientos.
ResponderEliminarY es que comprar barato al final sale caro, que dicen por ahí.
A excepción de Vanity, claro. Porque Vanity es una idea, amén de un tipo muy listo compuesto de éter y monóxido de carbono.
Sin acritud, eh.
Un abrazo y ya me dirás.
Rispecto.
Se hace que se puede! De todos modos, que no te engañen, en facebook pongo la cal, y de repente soy un obsceno. Pero hay bondades en la obscenidad, creo, y Riot (su obra) lo sabe especialmente ;)
ResponderEliminarAbrazo partido, nos vemos pronto,
Unai