Thomas Bernhard. Así en la tierra como en el Infierno. Ave Virgilio. Los locos Los reclusos.
Imaginemos un lector de Thomas Bernhard. Un lector que hubiera leído todo Bernhard. Imaginemos que este lector realmente es un gran fan de Thomas Bernhard. Que leyó a Bernhard en muy poco tiempo, casi nada. Supongamos que este lector se llama, por ponerle un nombre, Moisés. Entonces resulta que Moisés, el devorador, descubre un día que su dieta es carnívora, que no se ha zampado, en realidad, todo Bernhard, todavía le faltan unas pocas obras más para ser ese lector omnívoro de Thomas Bernhard. Imaginemos a Moisés en la librería, con la nueva edición de La Uña Rota dedicada a la poesía de Thomas Benrhard. Moisés lee BERNHARD en la cubierta y dice joder, un nuevo libro de Thomas Bernhard. Pero es un libro de POESÍA. Jo-der.
Tratemos de darle ánimos a nuestro querido Moisés, lector amigable y aleatorio, para que su admiración no decaiga.
La editorial segoviana La Uña Rota, la misma que rescató no hace demasiado un divertido inédito de Perec, vuelve a sacar bola otra vez y mete un pedazo de triple in his face a los imperativos de la edición: publica los inéditos Así en la tierra como en el infierno y Los locos Los reclusos (originalmente publicados en 1957 y en 1962) y reedita Ave Virgilio (un libro de 1960 que vio la luz española allá por los 80 y que ahora vuelve en traducción revisada). Escudan las tres composiciones una conferencia pronunciada por el propio Bernhard en 1954, con motivo del centenario de Rimbaud: Aquel hombre azotado por tempestades, y un texto muy breve de una autora habitual en La Uña Rota, Pilar Campos Gallego, sobre su experiencia como lectora del austríaco. Con esas tres publicaciones, la fulgurante trayectoria poética de Bernhard queda saldada —si tenemos en cuenta que ya DVD había editado conjuntamente sus dos libros de 1958: In hora mortis y Bajo el hierro de la luna— y abonado el terreno para la terrible prosa que vendrá después, a partir de los sesenta.
Esta idea, la del terreno de cultivo, es la perdiz mareada en el debate (oculto, por otra parte) sobre la importancia de la poesía bernhardiana en su obra posterior. ¿Poesía seminal o espalderas de calentamiento para la gelidez venidera? Ah, amigos. Me sumo con bastante comodidad a lo que dijo Miguel Sáenz, traductor, en el prólogo a la edición de DVD: «Thomas Bernhard no revoluciona la poesía al modo de un Celan o una Bachmann: utiliza, reorganizándolos, materiales que recibe.» En este sentido, la lectura de Así en la tierra como en el infierno y de la conferencia sobre Rimbaud son de gran ayuda para pensar en su poesía como reorganización de materiales.
En efecto, Bernhard recibe durante los años 40 y 50 una gran cantidad de influencias. La lectura de los salmos de In hora mortis ya había permitido al lector en español advertir la importancia, por lo menos retórica, de la religiosidad. Este motivo lo conecta directamente con Trakl, compatriota cuyos versos también vienen repletos de biblias y misales. De Trakl heredará también la atención por la inminencia de la muerte (no en vano aquél moriría a los 27) y el uso sabio de paisajes expresionistas. La publicación en 1988 de Ave Virgilio había dado cuenta ya —palabras del propio Bernhard— de intereses más modernos: Alberti, Guillén, Eliot, Pound, Valéry, Éluard o la impronta desazonadora de Vallejo. Por la lectura evidentísima de Trakl podíamos aventurar ciertos coqueteos con Rimbaud, a quien Trakl leyó muy joven, pero es gracias al texto de la conferencia que podemos leer a Bernhard con nuevos ojos: el autor conoce a la perfección la vida del francés y algunos de los fragmentos de su obra se reordenan de modo distinto así leídos, comenzando por esa apelación al infierno del título que recuerda la saison del francés y que, de otro modo, remitiríamos solamente al Padrenuestro. A todo esto hay que añadir la influencia, anotada por Saénz, de la poeta austríaca Christine Lavant: prematuramente enferma como él, que comenzó la publicación de su poesía apenas seis años antes y cuyos versos contienen una oscuridad y una imaginería rural que fácilmente se reconoce en Bernhard.
Hasta aquí Moisés, los materiales de aluvión. Pero no es este el motivo para leer este libro. Hay una rebeldía de fondo que deja atrás sus referentes y nos brinda un primer asomo de genialidad. Nuevamente con Saénz: «la poesía de Bernhard, destaca por su inspiración profundamente enraizada en la vida». En Así en la tierra como en el infierno adivinamos la patita del simbolismo, la patita del expresionismo, la patita de la locura romántica que prefiguran los astros, y un largo etcétera, pero impera la focalización en lo cotidiano, en el campo, en los arbustos, en la leche, en las vacas, en la manteca y el tocino, en los cubos que sacan agua del pozo. A Bernhard no le duele Saturno ni el lector se cansa con evocaciones simbólicas —por mucho que diga aquello de Detrás de los árboles hay otro mundo—, no; su dolor está en la tierra, en los zapatos, en los delantales, en los campesinos. Dolor por lo que debería ser querencia pero es dolor, y que tan bien explica la parte final del poemario: Retorno a un amor. El dolor genuino por el árbol desmochado, el dolor siempre tan comprensible de la pérdida, la atracción repulsiva de la Austria sometida por la Anschluss, por lo que tendría que haber sido pero no fue. «Entre Henndorf y Thalgau, / Seekirchen y Köstendorf,» en la tierra de sus padres.
Moisés, después de esto llegará el aprendizaje. El alejamiento.
Publicado originalmente en Revista de Letras: http://www.revistadeletras.net/entre-henndorf-y-thalgau-tres-poemarios-de-thomas-bernhard/
Publicado originalmente en Revista de Letras: http://www.revistadeletras.net/entre-henndorf-y-thalgau-tres-poemarios-de-thomas-bernhard/
Gran comentario. No sabía de la existencia de esta edición. Esta tarde voy a ir a mi librería de confianza para buscarla.
ResponderEliminarUna entrada de verdad interesante. Te seguiré a menudo.
Un saludo desde el Apartamento Stroszek.
Un saludo de regreso y apartamental,
ResponderEliminarUnai