Benjamin Péret, El núcleo del cometa,
Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2011
En 1924, en el último párrafo del Primer
manifiesto surrealista, André
Breton decía a propósito de Robert Desnos que este era quien más cerca estaba
de la verdad surrealista: “Desnos habla en surrealista cuando le da la gana”,
que en su voz fluía a la perfección su pensamiento y que si no lo fijaba en
palabras era porque “prefiere hacer otras cosas más importantes”. Por aquél
entonces, mientras Desnos era el poeta interesado en la hipnosis, donde había
acampado al raso, Péret, a pesar de ser un miembro decisivo en la creación del
movimiento surrealista, era simplemente el poeta enigmático que hacía
“ecuaciones de pájaros”. Con el tiempo Desnos y Breton se alejarían por
divergencias poéticas y en 1966, en su Antología
del humor negro, Breton diría de Péretl:“Nadie más realizó plenamente sobre el
verbo la operación correspondiente a la ‘sublimación’ alquímica que consiste en
provocar la ‘ascensión de lo sutil’ mediante su ‘separación de lo espeso’.”Lo
espeso, aquí, será “esa corteza de significado exclusivo con la que el uso ha
recubierto todas las palabras y que no deja prácticamente espacio para sus
asociaciones”. Y con esto llego a donde me interesa. Es cierto que hoy en día,
aleccionados por lecturas y lecturas de Aleixandre, Lorca, Pizarnik o incluso
el Walt Disney de La bella y la bestia,
a nadie sorprende la estrategia de los surrealistas y la creación asociativa es
un recurso habitual en el zurrón poético. Pero no está de más poner las cosas
en su sitio y abrillantar ciertos nombres.
El núcleo
del cometa que acaba de publicar
la Editorial Argonauta no es ningún cimiento, pero es un espléndido poliestireno expandido para
rellenar fisuras groseras, uno de esos trabajos editoriales que permiten, con
calzado sigiloso, que no nos falte de nada en las librerías. Este volumen, de
apenas 150 páginas, traduce el ensayo Le
noyau de la comète, texto introductorio que escribiera Péret para su Antología del amor sublime de 1956. Le
sigue una breve recopilación de poemas de sus libros más significativos, con
especial énfasis en su obra de 1936, Je
sublime. En esa anfibología (“yo, sublime” o “yo sublimo”) está la conexión
con el ensayo estelar y una clave verbal que es la espina más gorda del
surrealismo. Además de un repaso muy recomendable por la historia del
pensamiento erótico, El núcleo del cometa
presenta una concepción amorosa (“sublime”) que aspira a una nueva plenitud,
donde carnalidad y espiritualidad son imprescindibles para lograr una unión
absoluta. Según Péret, el amor sublime alcanza sus cimas porque antes ha
atravesado los repechos y ha mojado sus tobillos en los regatos que crecen al
pie. No hay que ser muy listo para ver en esta idea el celofán erótico de una
poesía automática que no teme a la combinación más sorprendente. El pack del
amor no es que incluya el folleteo, es que lo exige como materia medular. La
creación poética no puede, tampoco, caminar por el barro levantándose las
faldas. Hay que mezclar, alambicar, probar una y otra vez hasta encresparse el
pelo y llenarse la cara de azufre. En este sentido, las raíces combinatorias
son muy distinguibles en Péret, y por eso su lectura resulta, además de
fascinante, toda una lección de cómo mezclar la esfera natural, el mundo
industrial y la sección de objetos domésticos.
Por último, este libro es también una muestra de
las conexiones entre Francia y Sudamérica. Como ya sucediera en la french
connection de Darío y Amado Nervo, enlazados con Verlaine o Catulle Mendés; los
poemas del libro de Péret (traducidos en su mayoría por los poetas Aldo
Pellegrini y César Moro, argentino uno y peruano el otro) son la prueba de las
conexiones entre el primer surrealismo francés y la deriva transoceánica, a
partir de la traducción y difusión de los textos franceses en revistas
sudamericanas. Así, este libro permite seguir trazando trayectorias radiales en
torno al surrealismo nuclear, como es el caso de la recuperación del libro del
propio César Moro, La tortuga ecuestre y
otros poemas en español (Biblioteca Nueva, 2004) o los textos de la
ramificación estadounidense del Grupo surrealista de Chicago en ¿Qué hay de nuevo, viejo? (Pepitas de
calabaza ed., 2008).