«¿Ves tú una ciudad detrás?» |
En 1977 un hombre de 38 años llega a España gracias a la
complicidad de dos escritores, Rosa Regàs y Juan Benet. Ha vivido casi
doce años en Londres trabajando como telefonista en una sucursal bancaria. Se
llama Álvaro Pombo y es un poeta santanderino. Después todo se complica:
publica un primer libro de relatos ese mismo año, gana el Premio Herralde de
narrativa en 1983, el Premio Nacional de la Crítica en 1990, el Nacional
de Narrativa en 1996 e ingresa en la Real Academia Española de la lengua en
2002. Todo se complica, decía, porque 25 años después de su regreso a España el
poeta ha sido olvidado y en su lugar reconocemos solamente a un novelista. ¿Qué
ha sucedido? ¿Por qué? ¿Es esto justo? En 2004, sin embargo, la editorial Lumen
—entonces ya propiedad de Random House Mondadori— publica Protocolos
(1973-2003), una recopilación salvífica que reagrupa su obra
poética, con un interesante material paratextual: prólogos, epílogos, notas, y
un par de textos largos sobre su poesía. Pombo había escrito, hasta ese
momento, Protocolos
(Biblioteca nueva, 1973), Variaciones (Lumen, 1977, I Premio de Poesía El
Bardo), Hacia
una constitución poética del año en curso (La Gaya Ciencia, 1980) y
Protocolos
para la rehabilitación del firmamento (Lumen, 1992). Seis años
después, en 2009, se publicará el último poemario de Pombo hasta la fecha, Los
enunciados protocolarios, en la colección de poesía Vandalia, de la
Fundación José Manuel Lara, colección dirigida por un poeta sevillano, Jacobo
Cortines.
Sin embargo, la poesía de Pombo, salvado el escollo de la
descatalogación gracias al volumen de Lumen en 2004, sigue corriendo el peligro
de quedar varada en una playa ignota. Aprovecho esta oportunidad para carenarla
de firme.
«Ahí están las islas la bajamar los balandros las playas de entonces» |
Las circunstancias de publicación de los poemarios de Pombo
adolecen del mismo mal que preside toda la narrativa pombiana: la falta de
substancia. Dice José-Carlos Mainer en un artículo que la substancia,
tomada en su acepción filosófica medieval, apela a aquello que en las cosas
permanece, que está por debajo y es su base: sub stantia. Si Álvaro Pombo es hoy en día una figura
conocida y, a su vez, un inmenso poeta desconocido, esto se debe a que su poesía
publicada carece de substancia, de una base suficiente
(extraliteraria) para su permanencia.
«He vuelto a ver a este incisivo Leonardo Loredan» |
El primer libro de Álvaro Pombo, Protocolos, se publica
en 1973, cuando el poeta ni siquiera vive en España (no hay modo de
relacionarse con la institución literaria) y además ve la luz en una editorial
longeva pero con un peso poético nulo por entonces. El segundo libro, de 1977,
es un caso curioso. El libro se publica en la colección El Bardo, editorial en
manos de Lumen, tras ganar el primer premio que convoca la colección para
poetas desconocidos. José Batlló, editor de El Bardo en los 60 y jurado de
aquel premio (junto a Barral, Esther Tusquets, José Agustín Goytisolo, Juan
Antonio Masoliver y Juan Ramón Masoliver), explica que el premio
concedido a Pombo se le otorgó «casi sin querer». En plena decisión del
ganador, el jurado se dividió entre dos candidatos. Como no había manera de
desempatar, optaron por premiar al tercero: Pombo. Mientras tanto, los destinos
de la poesía de los setenta y los ochenta se decidían en editoriales nuevas
como Visor o Hiperión.
Su tercer libro, en 1980, se publica en La Gaya Ciencia, una
editorial cuyo catálogo estaba dedicado principalmente a los libros de difusión
y a los clásicos de literatura infantil adaptada, y que dirigía Rosa Regàs.
Doce años después, en 1992, Lumen publica el cuarto libro de Pombo, Protocolos
para la rehabilitación del firmamento; algo más bien achacable a la
buena relación entre Pombo y Esther Tusquets. Han de pasar todavía doce años
más para el siguiente movimiento: la recopilación llevada a cabo en Lumen es
afortunada pero no por ello menos miraculosa. En 2004 apenas hace dos
años que Pombo ha entrado en la RAE, es un prestigioso novelista (no olvidemos
que en un par de años ganará el Planeta) y se cumplen 30 años desde su primer
libro de poesía. Consumidos esos intereses, Pombo dejará de publicar en Lumen
para hacerlo en una pequeña editorial de Sevilla.
«Nos empequeñecieron los árboles que nunca vimos juntos» |
La recepción crítica de su obra ha seguido un camino parecido,
marcado por la discreción o por el olvido. Durante una década entera (entre
1973 y 1984) no se registran artículos sobre su poesía. Es en los 80 cuando
Juan Antonio Masoliver Ródenas, que conoció al autor en Londres, comienza su
andadura y se convierte en crítico privilegiado de la obra pombiana. Este
camino todavía dura y ha dado sus frutos en uno de los libros imprescindibles
para entender al Pombo poeta. Voces contemporáneas (Acantilado, 2004) recopila dos
década de artículos sobre el escritor, aunque ni es un volumen dedicado exclusivamente
a Pombo, ni las páginas que se le dedican están enfocadas principalmente a su
poesía. Si bien —lo digo de memoria— solamente hay un artículo que se
ocupa estrictamente de la poesía, hay que subrayar que Masoliver Ródenas es el
primero en explicar la emergente obra narrativa de Pombo desde los presupuestos
de su poesía. En cualquier caso, este libro no se publica hasta 2004, de modo
que, durante treinta años de obra poética, el seguimiento del poeta es casi
inexistente. A esta aparición, discreta, se le suman tres más durante el nuevo
siglo. La primera tiene lugar tres años antes de Voces contemporáneas,
en 2001, y se trata de Los cielos rasos de Álvaro Pombo, un dossier
monográfico coordinado por Domingo Ródenas para el número 209 de la revista Quimera.
En él destaca una entrevista con el propio Ródenas (donde Pombo se enfrenta por
primera vez a una crítica de su poesía) y un interesante artículo de Ernesto
Calabuig (La
poética de Álvaro Pombo: una enumeración y rehabilitación del mundo)
que introduce la lectura rilkeana de la obra del poeta, entre otras cosas. Una
segunda aparición es la publicación de Protocolos (1973-2003): a parte de los poemarios,
incluye el texto de Calabuig y un texto clave de Wesley J. Weaver III (Not ideas
about the thing but the thing itself: una introducción a la poesía de Álvaro
Pombo). A este corpus reunido hay que sumar media docena de
artículos en prensa durante ese mismo año. La tercera aparición tiene lugar
entre el 1 y el 3 de noviembre en Neuchâtel, donde se celebra el Coloquio
Internacional Álvaro Pombo, cuyas ponencias publicará en 2007 la
editorial Arco
Libros, con un solo texto sobre su poesía a cargo de Carlota Casas
Baró (Protocolos
de Álvaro Pombo). A día de hoy, y por lo menos en Catalunya, este
libro está (casi) descatalogado y su presencia en las bibliotecas es ninguna
(con la salvedad de las estanterías del Ateneu y la Universitat de Lleida).
Pintura de Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939) |
Una tercera vía que explica la pésima recepción poética de la obra
de Pombo es el trato que se le ha dado durante la construcción de la tradición
literaria. El volumen noveno de la serie de referencia Historia y
crítica de la literatura española coordinada por Francisco Rico,
titulado Los
nuevos nombres. 1975-1990, a cargo de Darío Villanueva, y el
apéndice de Jordi Gracia, que se extiende hasta el año 2000, no mencionan de
manera consistente al Pombo poeta, solo se refieren a él como narrador. Además,
la estructura de esta colección (tripartita en Novela-Poesía-Teatro) es
asfixiante, no permite el trasvase entre discursos (que sí practica Masoliver
Ródenas en su libro) y parece obedecer más bien —por lo menos en cuanto a
Pombo— a una fenomenología evidenciable de la literatura.
Escultura de Ramón Muriedas (Villacarriedo, 1938) |
Recientemente, en este 2011, ha visto la luz la obra Derrota y
restitución de la modernidad. 1939-2010, coescrita por Domingo
Ródenas y Jordi Gracia, donde se dedican casi diez páginas a la obra de Pombo
y, si bien, se privilegia su peso narrativo, la faceta novelística está
compaginada con la poética.
Todo este panorama explica la poca repercusión de una de las
mejores voces de la poesía española del siglo XX y del siglo XXI; pues el mejor
libro de Álvaro Pombo, Los enunciados protocolarios, está escrito en 2009.
Para terminar esta primera parte, he aquí un ejemplo de lo
que no sabemos, pero podríamos saber en caso de existir una recepción adecuada:
la poesía de Pombo como experiencia plástica. Una vía formal que, si tenemos en
cuenta la morfología de su teoría poética —hay dos grandes formas en el
pensamiento poético de Pombo: la unidad reunida y la pluralidad disgregada, la
imagen y la palabra—, podría servirnos para entender muchísimo mejor su poesía.
En uno de los textos de Voces contemporáneas, Masoliver Ródenas habla de
poesía cézanniana para referirse a cierto tratamiento poético en uno de los
poemarios de Pombo: el uso de la luz, el color y las formas introducen una
perspectiva nueva en el análisis de su poesía, dominado por la explicación de
raíz filosófica. Si juntamos este apunte con algunos referentes de su primer
libro, descubrimos a un Pombo que recorre con placer galerías y museos
londinenses. A este dato hay que añadir la existencia de un texto de
Pombo, publicado en 1995 en la revista de arte Guadalimar, sobre la
escultura del artista cántabro Ramón Muriedas. En ella podemos ver a un Pombo
muy interesado por la reflexión sobre lo matérico, un interés que perfectamente
podría redirigirse hacia su obra, con grandes resultados. El último elemento
significativo en esta dirección plástica es la edición original de Hacia una
constitución poética del año en curso, de 1980. Allí descubrimos
(no así en la recuperación de 2004) que el libro estaba ilustrado, y mucho, por
el arquitecto, escultor y pintor santanderino Juan Navarro Baldeweg. Pero, sin
una recepción adecuada, todas estas pistas están condenadas al olvido.
*Publicado originalmente en mamajuanadigital.com.
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