Antonio Cisneros, Diarios de naufragio, LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2011, 214
págs.
Poco podemos decir al respecto de la
publicación de esta antología de Antonio Cisneros, muestrario de medio siglo de
poesía, si no es dar aviso acerca de quien desde hace tiempo es una de las
figuras ineludibles de la tradición poética peruana, primero, e hispanoamericana,
después. Por supuesto sería posible y tal vez deseable releer la obra de quien
ya consolidó sus hechos, más si tenemos en cuenta que se trata de un autor que
–en palabras del jurado que le otorgaba el Premio Iberoamericano de Poesía
Pablo Neruda en 2010– ejerce una “notable influencia sobre las generaciones
jóvenes del continente”, pero esta no es una tarea que concierna a quien apenas
conoce la obra de Cisneros. Lo que sí podemos decir aquí, aprovechando la
llegada (hará unos cuantos meses) a las librerías españolas de Diarios de naufragio, es qué puede
significar Cisneros para el lector español y qué papel puede jugar esta
antología en la difusión del poeta peruano.
La chilena LOM Ediciones ya había
publicado en 2007 Como un carbón prendido
entre la niebla, una antología bastante parecida: esta vez el libro
incorpora el (interesante) discurso que pronunciara Cisneros al recibir
recientemente el Pablo Neruda y un fragmento de Diario de un diabético hospitalizado (2010), un texto que podría
ser interesante (tres reflexiones en torno a la muerte y la enfermedad) si no
fuera por su inclusión parcial.
Pero la diferencia más importante tiene que ver con un tema de distribución, la selección actual lleva la impronta de la coedición a ocho manos: Chile, México, Uruguay y España, de ahí que tengamos el libro haciendo la mili en nuestro país. Las últimas dos décadas han significado para Cisneros la tranquilidad de la carretera sin curvas: reunir palabras, recopilar versos, seleccionar poemas, etcétera. Su Poesía reunida, a cargo de Julio Ortega en 1996, y tres volúmenes más editados en Perú en 2001 bajo un título que deja las cosas claras, Poesía. Pero, a todo eso, ¿qué hay de lo nuestro? ¿Qué ha podido leer el lector español del señor Cisneros? A priori, más bien poca cosa. A finales de los 80, Hiperión publicó una antología (Poesía, una Historia de Locos) centrada en sus primeros 25 años, los más celebrados y celebrables, hoy descatalogada.
Si probamos suerte con sus libros imprescindibles, agua. Me refiero a aquellos poemarios en los que se crea eso que Manuel Silva Acevedo ha llamado “un peso completo”, una voz capaz de integrar a la vez una gran cantidad de registros, y que llegara al cenit de su realización entre 1968 y 1972 con la publicación de Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Agua que no has de beber y Como higuera en un campo de golf. Esto es así en la medida en que su voz añade un último recurso: ante lo que era un punto de partida que bebía de la tradición nerudiana que hace dialogar al hombre del presente con el hombre histórico, una gran capacidad para la oralidad desde su primer libro y para la imagen poderosa; a eso, se le sumó una nueva coloquialidad, mucho más informal, experimental, que echaría mano de la ironía y de materiales culturalistas, en una evolución muy típica de finales de los 60. De estos ejemplos, sin embargo, no parece haber rastro. Todo lo que hallamos, en esta último década, es un par de títulos a cargo de Pre-Textos: en 2003 el importante Comentarios reales (1964), que ganó el Nacional de Poesía en el Perú (por cierto, un premio hoy desaparecido y que el propio Cisneros recientemente reclamaba en una entrevista), y un gran ejemplo de esa poesía que recoge el testigo del Neruda épico, y solo un par de años después de su aparición en 2005, Un crucero a las Islas Galápagos. Por su parte, Visor sacaría en 1992 su libro Las inmensas preguntas celestes.
Simplificando mucho y mucho podemos
considerar tripartita la poesía de Cisneros: una primera época de acumulación
de registros (1961-1964) en tres libros (la atmósfera de intimidad con mar de
fondo de Destierro, la refiguración
religiosa de David y la épica de Comentarios reales), el segundo tramo
que decíamos antes (1968-1972) y que fijará más o menos su voz, y una última
etapa que retiene el nervio del periodo anterior y lo reúne con una nueva
disposición frente a lo religioso o moral (1978-2005), como queda claramente
referido en los títulos: El libro de Dios
y de los Húngaros, Crónica del Niño
Jesús de Chilca, Monólogo de la Casta
Susana y Otros Poemas, Las inmensas
preguntas celestes y Un crucero a las
Islas Galápagos (Nuevos cantos marianos).
Editores de poesía española, atención:
alerta Cisneros.
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